Olofi convocó a un concurso y dijo a todos los animales de pluma que podían participar y que el más bonito e interesante le iba a dar un premio. Todos los animales de ese pueblo empezaron a prepararse para dicho evento y el loro, que siempre fue un animal bonito de preciosas y finas plumas empezó a jactarse de su belleza y a alardear de su importancia. Las demás aves le cogieron mala voluntad porque pensaron que si Olofi lo veía le iba a dar el premio, y fueron a casa de un brujo que vivía en las montañas. El viejo les preparó un afoché (polvo) para que se lo soplaran al loro cuando viniera al concurso. Así fue que cuando el loro venía por el camino, no se dio cuenta de que algunas aves estaban escondidas en la maleza y cuando él pasó cerca le echaron el polvo.
El loro sintió que la cabeza le daba vueltas, que le giraba como un trompo, estaba mareado y cogió por un camino que no era el que conducía al evento. Más adelante se encontró con Eleggua y le contó lo sucedido, Eleggua se dio cuenta de lo que tenía y lo guió por otro camino atravesando un frío, las aguas del río e limpiaron un poco el polvo que le habían echado; continuaron cortaron camino y llegaron adonde estaba Olofi, Eleggua le narró todo lo sucedido y Olofi le dijo que como le habían hecho ese daño para echarle a perder sus plumas, esas plumas servirían de arma para contrarrestar ese mismo polvo. El loro ganó el premio y sus plumas quedaron de insignia para muchas cosas.
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